Dra. Maria Neira, Directora del Departamento de Salud Pública y Determinantes Medioambientales y Sociales de la Salud de la OMS

Cada día dependemos de la biodiversidad (la enorme variedad de la vida existente en la Tierra) para mantenernos vivos y sanos. El aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos y los medicamentos que tomamos son, todos ellos, productos de un planeta sano.

 

Sin embargo, nuestro mundo y la diversidad biológica que alberga están en peligro. La deforestación, la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero, el secamiento de los humedales, el cambio climático, la globalización y otros factores de la vida moderna están provocando la desaparición de especies y dañando los ecosistemas a una escala sin precedentes.

Cuando dañamos la Tierra, dañamos nuestra propia salud. Los seres humanos somos tan susceptibles como cualquier otra especie.

 

“Muchos de los retos sanitarios mundiales que afrontamos actualmente, incluidas las enfermedades infecciosas, la malnutrición y las enfermedades no transmisibles, están vinculados al deterioro de la biodiversidad y los ecosistemas.”

Cada bocanada de aire que inspiramos depende de otra vida, de otras especies. Muchos de los retos sanitarios mundiales que afrontamos en la actualidad, incluidas las enfermedades infecciosas, la malnutrición y las enfermedades no transmisibles, están vinculados al deterioro de la biodiversidad y los ecosistemas.

Cuando pensamos en la propagación de las enfermedades infecciosas, por ejemplo, el paludismo, debemos pensar en el insecto que ayuda a transmitir la enfermedad a los seres humanos, el mosquito. Debido a la deforestación, la diversidad de especies de mosquitos se está reduciendo, y solo sobreviven las más resistentes. En muchos casos, el mosquito más resistente en el bosque es el que mejor transmite el paludismo.

Mientras tanto, la transformación antropógena del medio ambiente a gran escala nos ha puesto en contacto más cercano con la vida silvestre, en la que proliferan muchos organismos patógenos, como el virus del Ebola o la bacteria causante de la enfermedad de Lyme.

1. Alimentos limitados y producción de medicamentos

A medida que aumenta la población mundial recrudece la competencia por la tierra y los recursos hídricos para producir alimentos, energía y vivienda.

Necesitamos una amplia variedad de vida animal y vegetal que posibilite la nutrición humana adecuada, de modo que las poblaciones no caigan en la malnutrición ni en la obesidad. Una biodiversidad rica genera ecosistemas que controlan naturalmente las plagas, los nutrientes que requiere el suelo para producir cultivos sanos, y los insectos necesarios para polinizar especies tales como olivos, almendros y manzanos.

Dependemos de la biodiversidad para producir medicamentos tradicionales y contribuir al desarrollo de productos farmacéuticos que mantengan sanas a nuestras comunidades. La biodiversidad de la flora proporciona beneficios para la salud y la economía, dado que las plantas han sido la principal fuente natural de medicamentos hasta el presente, desde la aspirina hasta los antineoplásicos. Cuando perdemos especies vegetales perdemos la oportunidad de descubrir posibles medicamentos en el futuro.

2. Mayor contaminación, menos agua potable

Los cambios en el medio ambiente también amenazan el abastecimiento de agua potable. Los ecosistemas ayudan a regular el flujo de agua y el volumen de sedimentos y contaminantes en nuestros recursos hídricos. Se estima que más de 768 millones de personas dependen todavía de suministros de agua deficientes cuyos niveles de contaminación suelen ser elevados. La pérdida de biodiversidad reduce la capacidad del planeta para limpiarse a sí mismo de esos contaminantes, lo que conlleva la aparición de enfermedades transmitidas por el agua o relacionadas con ella.

Debido a la urbanización constante, la contaminación del aire está perjudicando la salud de la vida humana y de los ecosistemas. La OMS estima que, en todo el mundo, 1 de cada 8 defunciones se deben a la contaminación del aire, lo que convierte a este factor en el mayor riesgo sanitario medioambiental. También está perjudicando la vida de la flora necesaria para regular la calidad del aire.

3. Protección del mundo viviente

A pesar de que la biodiversidad no incumbe a las funciones tradicionales del sector de la salud, es vital que quienes trabajamos en el ámbito de la salud pública cooperemos con otros sectores, especialmente los dedicados a la preservación, el uso y la gestión sostenibles de los recursos naturales, con el fin de asegurar que la salud humana sea una de las máximas prioridades en las políticas medioambientales.

Desde 2000 el mundo ha realizado progresos hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Se sacó de la pobreza a muchas personas; se amplió el acceso al agua potable y se redujo la propagación del VIH y el paludismo. Sin embargo, los problemas sanitarios mundiales que afrontaremos en los próximos años dependerán de la manera en que gestionemos los cambios medioambientales derivados de la pérdida de biodiversidad y de las respuestas que les demos.

Recientemente, la OMS publicó junto con el Convenio sobre la Diversidad Biológica un nuevo informe titulado Connecting Global Priorities: Biodiversity and Human Health – A State of Knowledge Review. Esperamos que ese informe sea una referencia útil a los fines de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la Agenda para el Desarrollo Después de 2015. El mundo se fija nuevos objetivos, y ello ofrece una oportunidad única para poner de relieve el papel de la biodiversidad como una base esencial, tanto en lo concerniente al desarrollo sostenible como a la salud humana.

Todos nosotros tenemos una función que cumplir, empezando por la protección de los recursos naturales y la moderación del consumo. Después de todo, solo hay una Tierra, pero 7000 millones de personas viven en ella y dependen de sus preciosos recursos.

Fuente:  Organización Mundial de la Salud