Las células del cáncer también se definen porque desobedecen la orden de no comer y entonces crecen, lo contrario que las células normales. Esto las hace más vulnerables, pues necesitan mucho azúcar, y durante el ayuno las células cancerígenas no lo tendrán.

El científico italiano Valter Longo considera que lo mágico del cuerpo es «su asombrosa capacidad de autorrepararse y regenerarse», pero hay que saber «cómo activar mecanismos que suelen permanecer apagados».

Él sabe cómo. Estudiando las poblaciones más longevas del mundo, ha ahondado en cómo prevenir y curar las enfermedades del siglo XXI a través de alimentación.

—¿Cuándo vamos a ver la medicina de la longevidad en las consultas?

—En nuestra red ya la prescriben más de 5.000 médicos, en Estados Unidos, Reino Unido e Italia.

La idea es llegar a todas partes, que la gente y los médicos lean el libro La dieta de la longevidad y nos contacten para formarles. Y es que no tiene sentido adoptar una estrategia para cada enfermedad: aunque acabáramos con el cáncer, viviríamos de media solo tres años más y luego siempre habría alguna otra enfermedad. Hay que intervenir en el proceso de longevidad.


—Según la OMS las infecciones serán la primera causa de muerte en el mundo. ¿Cómo ayudaría esta dieta?

—La dieta es nutrición, y las infecciones dependen de la debilidad del organismo.

Si rejuvenecemos el organismo y le aportamos los nutrientes que necesita, las enfermedades infecciosas lo tienen más difícil.


—Sus estudios se basan en la «juventología»: entender por qué nos mantenemos jóvenes, el nexo entre nutrientes y genes de la longevidad…

—En vez de determinar –por buscar un símil– por qué y cómo se deterioran los neumáticos, como haría la gerontología, nosotros creemos que lo importante es cómo vamos a sustituirlos. Eso es la juventología.

EL AYUNO SIRVE PARA REPROGRAMAR EL ORGANISMO

—¿Cómo reprograma esta dieta el cuerpo? ¿Cuál es el mecanismo?

—La dieta cotidiana de la longevidad, vinculada a una dieta que imita el ayuno, puede reprogramar y proteger el organismo.

El concepto es muy sencillo. Primero se destruyen las células malas que causan la enfermedad, luego se activan las células madre y después se fabrican células nuevas, lo que regenera el órgano o sistema dañado.

En las intervenciones con células madre –en que se sustituyen por otras–, seguimos sin eliminar el problema. Pero la dieta sí puede hacerlo. Y esto, que funciona para muchas enfermedades en ratones, ahora queremos comprobarlo en humanos.


—Propone varios ciclos de ayuno durante 6 meses para producir una mejora continua. ¿Es suficiente para revertir una enfermedad?

—Sí, la regeneración se da porque se contrae todo: músculos, sistema, hígado, todos los órganos. Y luego, para reconstruirlos, se necesitan células madre.

En el páncreas vemos que los mismos genes que normalmente ponen en marcha el desarrollo embrionario son los que actúan, cientos de genes muy coordinados, de forma que el mismo sistema se reconstruye.


—¿Podríamos activar otros mecanismos biológicos que estén apagados, para intervenir en la regeneración?

—El ejercicio reactiva el organismo, pero sus efectos no parecen ser tan grandes.

Después de una semana con la dieta de simulación del ayuno, los glóbulos blancos se reducen un 20% y, cuando se come de nuevo normal, vuelven a subir otro 20%. El ejercicio no va a tener ese efecto, pero puede ser muy positivo para regenerar los músculos y aportar bienestar.

La dieta que propone Longo no es vegana, pero se adapta fácilmente: toma suplementos de B12 y sustituye pescado, carne y huevos por vegetales proteicos.

La versión original omnívora admite como únicas proteínas de origen no vegetal las del pescado (2 o 3 veces por semana). Excluye la carne roja y limita a excepciones la de ave y el huevo. El consumo de proteína es moderado: 0,8 g por kilo de peso corporal hasta los 65 años y luego se aumenta gradualmente.

Pueden tomarse abundantes carbohidratos complejos, como legumbres y cereales integrales, acompañados de verdura, fruta y frutos secos. Deben evitarse lácteos y azúcares, y comer poco pan, pasta o arroz.

Longo permite 2 copas de vino al día y 2 o 3 tazas de café. Además, da vía libre a grasas sanas: aceite de oliva y coco.

Pero lo que hace especial a la dieta es la simulación de ayuno que se realiza 2 o 3 veces al año si se está sano, o más según la patología que se quiera tratar. Se empieza con 1.100 calorías el 1º día y del 2º al 5º se sigue con 750, con apoyo de suplementos.

EL RETO, QUE LA DIETA ESTÉ INTEGRADA EN EL SISTEMA SANITARIO

—¿Cuál es el mayor reto?

—Lograr que la dieta se integre ya en la Sanidad para prevenir y tratar enfermedades como esclerosis múltiple, cáncer, alzheimer, diabetes, fibromialgia…

Es un gran reto, porque en cada caso hay que usarla de forma que optimice su poder regenerador reemplazando células deterioradas con nuevas. Los ciclos y frecuencias de la dieta que imita el ayuno en cada enfermedad aún se están estudiando. Pero el libro dice lo suficiente para llevárselo al médico y evaluar qué hacer.


—¿Estamos ante la dieta definitiva?

—No se puede decir que sea la dieta definitiva, pero los 5 pilares en que se apoya son profundos. Contamos con investigación básica, datos epidemiológicos, el estudio de los centenarios, ensayos científicos y clínicos…


—¿Tiene que ir unida durante toda la vida la dieta de la longevidad a la que simula el ayuno?

—La dieta de la longevidad es lo que uno come todos los días en un periodo restringido de 12 horas, además de un ayuno simulado que hay que hacer con periodicidad: una o dos veces al año si se está bien, y más en caso de alteración.

En 20 años habremos probado en miles de personas este sistema de ayuno. Pero hoy sus beneficios son ya más potentes que otros métodos, y sin efectos colaterales.


—Hospitales como la Clínica Mayo están ensayando la dieta Chemoliere para reducir los efectos de la quimio en el cáncer…

—Hemos concluido los ensayos pequeños, pero tenemos que concluir los grandes. Si el resultado es positivo, seguramente los oncólogos españoles empezarán a recomendar esta dieta.


—Hay muchos tipos de cáncer. ¿Tendría que adaptarse a cada caso?

—No. La base de esta dieta es que tiene en cuenta que una célula cancerígena no necesita factores de crecimiento y no responde al bloqueo del crecimiento.

Y esto forma parte de todos los tipos de cáncer. Las células del cáncer también se definen porque desobedecen la orden de no comer y entonces crecen, lo contrario que las células normales. Esto las hace más vulnerables, pues necesitan mucho azúcar, y durante el ayuno las células cancerígenas no lo tendrán.


—¿Podrían los factores ambientales frustrar el éxito de la dieta?

—Estas dietas protegen muy bien de los agentes dañinos porque blindan las células, eliminan las malas y generan otras nuevas.

Puedes haber estado expuesto a un carcinógeno que daña el ADN, pero con la dieta del ayuno esa célula va a matarse haya sido generada desde dentro o desde fuera del organismo.


—¿Puede ser que se desdeñe el ayuno desde instancias médicas por considerarse terapia alternativa?

—Nosotros hemos hecho todo lo necesario para que no se considere alternativa. Trabajamos con Harvard y los mejores hospitales del mundo, todos colaboran.

Y el gobierno de EE.UU. nos aporta decenas de miles de dólares: no hay ninguna conspiración. Yo creo que quieren que esto funcione. Si seguimos gastando tanto en fármacos vamos a terminar todos arruinados.

La inmunoterapia para un paciente con cáncer puede ascender a medio millón de dólares al año, cien veces más que la dieta.

 

Valter Longo lleva 30 años estudiando la longevidad y actualmente dirige el USC Longevity Institute de Los Ángeles.
Desde 2014, dirige el programa Oncología y Longevidad del Instituto FIRC de Oncología Molecolare de Milán, uno de los centros punteros donde ensaya los beneficios de «la dieta de la longevidad».
Con fin altruista, las ventas de La dieta de la longevidad (Ed. Grijalbo) se destinarán a la Fundación Creates Cures, creada por él para ayudar a pacientes diagnosticados de enfermedades