Andar no es un deporte pero puede ser una filosofía. De los románticos a los surrealistas pasando por Thoreau, varios libros celebran la libertad de caminar.
Frédéric Gros, profesor de filosofía, en su libro, «Andar, una filosofía» (Editorial Taurus, 2014). Pone las palabras, el sentimiento y los ejemplos para reivindicar el hecho de caminar como filosofía de vida, como experiencia de libertad, como acto solitario y propio para la ensoñación, como motor de creatividad.
Para andar hacen falta ante todo dos piernas. Todo lo demás es supérfluo. ¿Quieren ir más rápido? Entonces no caminen, hagan otra cosa: rueden, deslícense, vuelen. No anden. Caminando, solo una hazaña importa: la intensidad del cielo, la belleza de los paisajes. Andar no es un deporte.
Gros nos habla de lentitud, de huida, de sueños, energía, de gravedad o repetición, de paseos, parques públicos o peregrinaciones, ingredientes y circunstancias del acto de caminar entremezclados con las vivencias de ilustres autores como Rimbaud, Thoreau, Kant, Ghandi o Nietzsche. Este último afirmaba: «Camino mucho, por los bosques, y mantengo conmigo mismo brillantes conversaciones».
Un libro que tiene la virtud de enfrentarnos con cuestiones elementales sobre la vida que «el bullicio mundano» parece habernos hecho olvidar.
Se suele decir que caminar te «vacía la mente». Al contrario: andar te llena el espíritu de una consistencia distinta. No de las ideas o las doctrinas, no en el sentido de una cabeza atiborrada de frases, citas y teorías, sino llena de la presencia del mundo.
En una entrevista realizada a Gros por Leticia Blanco para el mundo a la pregunta ¿Andar le ha liberado a usted del mundo académico? He leído que ahora está preparando un libro sobre la desobediencia.
Thoureau escribió el primer librito sobre andar y, curiosamente, también escribió el primer libro sobre la desobediencia civil. Y es verdad que andar nos enseña a desobedecer. Porque andar nos obliga a tomar una distancia que también es una distancia crítica. En el mundo académico todo el mundo está obligado a demostrar lo que dice. En este libro quería volcar ensoñaciones. La pregunta que hago a los pensadores que aparecen en él no es qué es lo que piensan, sino cómo andan. No he querido volver a las doctrinas, sino explorar los estilos.
Estoy completamente de acuerdo con Gros, en la afirmación de que caminar es todo una filosofía, y también estoy de acuerdo que el caminar llena la cabeza de alegría, paz y sosiego o lo que él define como la presencia del mundo.
Y cuando se profundiza en esa libertad de andar sin mirar constantemente hacia el final del recorrido, esperando alcanzarlo pronto. Solo un paso cada vez. No hay ni un paso antes ni otro después; hay solamente el “ahora” de este paso, que se va convirtiendo en el ahora mismo. Es el primero y el último a la vez.
Y como dice el Maestro Zen Willigis Jäger;
El modo de andar contemplativo supone relegar la percepción exterior en favor de la interior. Estoy en total intimidad conmigo. Experimento cada paso desde el interior. Únicamente este paso. Una y otra vez: “éste es el único paso”. Naturalmente nuestra razón quiere evadirse. Se aburre. Lo mismo que en las sentadas contemplativas se observa la respiración, aquí se observa solamente el paso. El andar se convierte en ejercicio contemplativo.
Esta forma de andar no se puede “hacer”. Únicamente puede ser practicada con la esperanza de alcanzar la experiencia profunda. Requiere tiempo y este peregrinaje proporciona el tiempo y la oportunidad. En el andar contemplativo su sentido profundo se cumple. El peregrinaje, o es contemplación o se convierte en turismo.
Mientras se anda también se puede mirar. Pero ese mirar tiene un carácter totalmente diferente. El mirar externo es como si fuera un ancla, donde el ojo está atado. Cuando se está abierto, se ve todo, también lo que no está directamente en el campo visual. La voluntad está totalmente relajada. La consciencia está dirigida a algo, pero ese algo no se fija. También se percibe lo que hay en un primer plano y lo que hay en el fondo.
Cuanto más suave sea la percepción, tanto más abarcará. Se convertirá en mirar, escuchar y percibir. Se producirá una relajación. El ejercicio del andar se parece al de la respiración. Para que nuestros pensamientos no salten de un tópico a otro, fijamos nuestra consciencia en la respiración. Para que nuestra vista no salte de un objeto a otro, la ponemos en una sola cosa visible, sin fijarla en ella. No la enfocamos con claridad. Cuando no miremos a ninguna parte en concreto, ser cuando lo veremos todo. Lo que parece ser un ejercicio visual, en realidad es un ejercicio intensivo de recogimiento espiritual. Para quedar en nuestra propia intimidad, fijaremos nuestra conciencia en el andar. Únicamente este paso, nada más. Y cada vez de nuevo: este único paso. Esto nos ayudar a mantener la calma, incluso en medio de la mayor agitación, así el camino se disfrutara.
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